CAPITULO 10: “El Puente de la cerveza”
“El puente de la cerveza” era en realidad un antiguo paso elevado para peatones sobre una vieja vía abandonada, recuerdo de tiempos mejores en que el tren aún llegaba hasta el viejo barrio. Tapizado de pintadas y botellas rotas, hacía años que ya no se utilizaba y casi nadie iba nunca por allí, excepto ocasionales vagabundos y la antigua pandilla de Rocky, que acudía cada noche a beber y fumar marihuana. Aquel rincón era su sancta
sanctorum, un lugar privado e inviolable que frecuentaban desde niños.
Sentados sobre la ancha barandilla de cemento con los pies colgando y un pack de seis botellines de cerveza Sapporo, los dos camaradas miraban los rascacielos de Shinjuku, que parecían estar a un millón de kilómetros de su humilde vecindario. Llevaban un buen rato charlando y ya se habían evaporado un par de cervezas. Toshiro y Yoshi estaban juntos desde que tenían uso de razón; se habían defendido mutuamente en infinidad de broncas callejeras, habían corrido juntos delante de la policía y visto sangrar sus narices en más de una ocasión, y no solo a causa de los golpes.
- Joder, Rocky...los chicos te echaron muchísimo de menos cuando te fuiste...bueno, ya sabes, cuando te pillaron.
- ¿Dónde diablos están todos ahora? Éramos siete.
- ...Bueno, verás, luego todo se complicó...Tengu y “Billy” están en la cárcel de Oshimara, “Bola de nieve” se largó con una chica y ahora vive en la costa, Nikatsu murió de sobredosis el año pasado, y Asami... bueno, lo de siempre, sigue con sus estudios. De los “Siete samuráis” del instituto, solo quedamos tú y yo...
- ...Puta mierda. -dijo Rocky lanzando lejos un botellín vacio, que se hizo añicos contra las vías veinte metros más abajo-
- ¿...Y has ido ya a ver a Asami? -preguntó Toshiro secándose la boca con la manga de su camisa-
- ¿...Sabes si está con alguien, algún chico?
- Venga, ya sabes que no, esa chica está colada por ti desde el colegio.
Toshiro recordaba vivamente el primer día que vio a Rocky en el patio del colegio; parecía delgado e indefenso, tampoco era muy alto. La camiseta que llevaba puesta le quedaba enorme y el flequillo negro y lacio le caía sobre los ojos como una cortina. Rocky el guapo, el de la cara de ángel; pocos imaginaban aún lo que ocultaba tras su aspecto inocente. Sin embargo, él ya sabía entonces que su mejor amigo, su ídolo, no era como los demás; Era de una pasta especial. Rocky era duro como el pedernal y al tiempo carismático y encantador, con una risa pícara tan contagiosa como la malaria; por eso muy pronto se convirtió en el amo indiscutible del patio.
- ¿...Y has pensado ya en que harás ahora?
- ...Vaya, parece que últimamente todo el mundo me pregunta lo mismo...bueno, digamos que tengo algunas ideas.
Rocky le habló al fin de Hikaru, el matón del koukou Kiosone, el mismo “tipo duro” que lucía orgulloso el tatuaje de un dragón a medio acabar, y el mismo que le había dado aquel papel arrugado con la dirección del salón de tatuajes. El bocazas de Hikaru quería ser un yakuza. Y en dos años no había dejado de presumir un solo día de su admirado primo Tetsu, apodado “El dragón de piedra”; al parecer un tipo peligroso e importante del hampa local que le haría entrar por la puerta grande en el clan del “Gordo Yogushi”. Solía alardear acerca de que Tetsu le daría un arma automática para él solo, tan pronto cruzara las puertas del reformatorio. Pero al parecer, Rocky tenía mucha más prisa que él por conseguir ambas cosas, empezando por largarse del condenado koukou. Haciéndose su amigo había logrado que Hikaru le firmara una carta de recomendación, que haría que su primo Tetsu intercediera por él ante el “Gordo Yogushi” si acudía a presentarle sus respetos.
- ¿..Qué?... ¿La yakuza? Joder, ¿te has vuelto loco, Rocky?
- No, Toshiro...esta vez sé muy bien lo que me hago. Es hora de dar un paso adelante, no podemos seguir aquí sentados bebiendo cerveza toda la vida...
Toshiro se llevaba las manos a la cabeza, casi queriendo tapar sus oídos para no escuchar aquella autentica locura que su amigo le acababa de contar.
- ...Olvídalo, Rocky... joder...la puta yakuza...si mi padre me oyera...
- ¿...Prefieres volver al agujero del que te acabo de sacar? Aquí no hay futuro para nadie, y lo sabes.
- ¡El que no sabe nada eres tú, Rocky! ...No es como ser el líder del patio, ¿sabes? En el koukou eras el pez más grande de la pecera, pero esto es nadar con los tiburones.
- ¿...Y de verdad crees que tienes algo que perder?...
Rocky se levantó y caminó un trecho sobre el borde de la barandilla mientras fumaba un cigarro tranquilamente mirando al horizonte de edificios. Se quitó las gafas de sol desperezándose, dejando que la brisa le acariciara el rostro. Su amigo Toshiro le observaba sentado en silencio con expresión preocupada.
- ...¿Te acuerdas, Toshiro... de cuando éramos niños y jugábamos al “gallina”?
El “gallina” era un terrible juego que practicaron en secreto durante su etapa escolar. Era con mucho el más temido de todos; mucho más que las brutales palizas en la esquina de los urinarios o las bromas pesadas entre clases. Y lo era precisamente por no ser en realidad ningún juego. Cada vez que alguien amenazaba la hegemonía de Rocky en el patio del recreo, este le retaba a jugar al “gallina” a la salida del colegio, y aquel se echaba a temblar. Se citaban en el “puente de la cerveza”, justo donde estaban ahora.
La prueba consistía en sacar todo el cuerpo por fuera del borde mismo del paso elevado, sobre una caída a las vías de veinte metros. Los contrincantes apoyaban tan solo los pies en la estrecha cornisa exterior, sosteniéndose con las manos de la barandilla de cemento, en un equilibrio inestable. Había que soltar las manos, dejando caer el cuerpo hacia atrás, pivotando sobre los pies, al tiempo que se daba una sonora palmada en la frente con ambas manos. Los participantes tenían el tiempo justo, para volver a aferrarse a la barandilla en el último segundo, antes de caer al vacío de espaldas. El que daba más palmadas ganaba; el que no, era un “gallina”. Y el que fallaba, estaba muerto. Era sencillo.
Pocos de los retados se atrevían siquiera a acudir; y de aquellos, solo algunos realmente osados llegaban a asomarse al puente. El que más palmadas llegó a dar, se quedó en una y media. Fue un verdadero milagro que nadie muriera. El record de Rocky estaba en cinco palmadas en la frente.
- ...Dime, Toshiro, ¿Por qué crees que siempre ganaba yo y no los otros chicos?
- ...porque tú eras el más rápido, Rocky, tú siempre eras...
Sin dejarle terminar, el delgado joven apoyó las manos sobre la barandilla y de un salto suicida, aterrizó con los pies justo sobre la estrecha cornisa que casi cedió bajo su peso. Toshiro, sobresaltado, soltó su cerveza, y cayó de espaldas al interior del puente, apresurándose a acercarse a su amigo, pero sin atreverse a hacerlo demasiado. No sabía lo que podría llegar a hacer. Rocky era siempre así, impredecible como una serpiente de cascabel.
- ...No, Toshiro... no tenía nada que ver con la rapidez de mis manos -dijo con una mirada fría y extraña, mientras se soltaba de la barandilla para dar dos rápidas palmadas en su frente-
- Rocky, ten cuidado... -Toshiro, temblando, se acercaba a él despacio con extrema cautela mientras le veía soltarse de nuevo, para dar tres palmadas esta vez-
- ...Hasta el pobre Nikatsu era más rápido que yo, y ya ves de qué le sirvió. -esta vez, apenas alcanzó a aferrarse al cemento con las uñas, tras dar cuatro palmadas en su sudorosa y enrojecida frente mientras le miraba fíjamente-
- Rocky, por favor...no sigas.
- ¿...No quieres saber la verdad, Toshiro?
Rocky Yoshikawa se soltó de la barandilla de nuevo, pero esta vez no hubo ninguna palmada. Tan solo cerró los ojos y se dejó caer hacia atrás con las manos abiertas hacia una muerte segura.
Su mejor amigo saltó hacia él con una agilidad impropia de su corpulencia, sacando medio cuerpo fuera del puente, para aferrarle por la camisa en el último segundo, atrayéndole hacia sí con su enorme fuerza, sosteniéndole en el vacío en un abrazo desesperado.
- ...ganaba -dijo al fin, abrazado a él- ...porque ser el rey del patio era todo lo que tenía. Porque sin vosotros, no tenía nada.
En un último esfuerzo, Toshiro le arrastró al interior del puente, y ambos se derrumbaron, exhaustos, apoyados en la barandilla. Rocky encendió su último cigarro mientras miraba a Toshiro que, con la cabeza entre las manos, estaba llorando.
- ¡¿Por qué diablos has hecho esto?! -estalló-
- ... Porque, igual que entonces, no tengo nada que perder; Y porque sabía que tú me salvarías. -le dijo con una sonrisa cómplice- Hicimos un pacto en el patio del colegio, ¿recuerdas?
Toshiro se secó las lágrimas con la manga de su camisa, sonriendo
- ...Estás completamente chiflado, Yoshi... ¿Es que aún recuerdas eso? -rió- ¿Qué teníamos, once años?
- ...Claro que sí. Una promesa entre camaradas es una promesa sagrada; ¿Queda cerveza?
Toshiro le lanzó un botellín, que su amigo abrió con los dientes a modo de abrebotellas. Estaba atardeciendo. Los dos jóvenes se quedaron mirando el horizonte hasta que el sol desapareció del todo.
Me recuerda a una chikillada que haciamos cuando era enana jaja
ResponderEliminarjajaja..te entiendo perfectamente. El episodio de la barandilla está parcialmente basado en una experiencia personal mía de mi etapa escolar. Hay una edad en torno a los quince años en la que uno percibe el peligro de forma diferente; es como si no pudiera tocarte. Por suerte o por desgracia eso también cambia con la edad ;-)
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