CAPITULO 17: “Shokudai”
Tras acabar la función de kabuki Ray nos condujo hasta su rincón favorito del Tokio nocturno más prohibitivo: el Shokudai; un night restaurant de fama internacional reservado a los escalones más altos del sector industrial y financiero. Ignoro como de saneados estarán a día de hoy sus ingresos, pero sé que pocos ministros de la omnipresente burocracia japonesa podría permitirse estos precios. No es sin embargo el menú la principal razón por la que uno acude de noche al decadente Shokudai,
sino más bien su ambiente bohemio y cosmopolita y sobre todo estrictamente confidencial. Ideal para largas noches de borrachera en cualquier compañía, masculina o femenina.
Dicen que “lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas” pues bien, lo que ocurre en el Shokudai, sencillamente, jamás ocurrió. Como era de esperar, el servicio fue excelente; tres camareras que podrían ser portada de Vogue nos sirvieron finos tazones de sopa clara ramen que bebimos directamente del cuenco, sorbiendo los fideos al final, como manda la etiqueta local, seguidos de pequeñas tiras de carne sukiyaki con verduras y tofu, que Casey hizo desaparecer con sus palillos con la maestría de quien ha recibido un curso monográfico, mientras hacía bromas sobre mi supuesta torpeza. Juraría que nuestra antipatía es mutua.
Tal como también cabía esperar, al concluir la cena, la pelirroja había bebido más de la cuenta. Diría que nuestra invitada aún no se ha habituado a las peculiaridades del licor japonés, y tampoco a la refinada habilidad de Ray para rellenar copas ajenas. Como la mayoría de los turistas, yo también desconocía al principio que el sake no es un licor concreto, sino que significa bebida alcohólica en general, así que, bueno, si pides un jerez aquí, también estarás bebiendo sake... Personalmente, prefiero el whisky escocés a este maldito nihonshu o licor de arroz.
Para ser completamente honesto debería admitir que una vez más, el viejo zorro tiene buen gusto. Es una chica realmente hermosa. Su cabello es pelirrojo y rizado, ahora recogido en un elaborado moño. Tiene un rostro ancho, de pómulos arrogantes y sensuales labios que delatan quizás un remoto ascendente africano, pese a sus pecosas mejillas, de aire casi infantil. Es alta y atlética; Ray me dijo que practicaba la natación en el equipo universitario. De hecho, apuesto a que podría atizarme un buen derechazo si quisiera. Lástima que, con ese maldito carácter que tiene, estaría tentado de devolvérselo.
Un par de cuencos más tarde descubro que al parecer, Casey es en realidad irlandesa pese a vivir en Boston. Esta noche lleva un elegante vestido de Chanel que sin duda Ray le habrá regalado. Viendo el cuerpo que se adivina bajo la seda, puedo entender que esté tan entusiasmado con ella. Nunca le había visto tan atento y solícito con nadie. Supongo que debe ser la edad.
Al terminar la cena, Casey se levanta algo mareada, y se marcha al baño, pretextando retocar su maquillaje; qué original. Taggart y yo nos quedamos solos en la mesa compartiendo una mirada cómplice, de viejos compañeros de correrías. Bebo un sorbo de mi Jack Daniels, y me dirijo a él con falso tono de confidencia:
- ... Ray, entre nosotros, será mejor que te des prisa con ella esta noche, los efectos del nihonshu no van a durar mucho, y ambos sabemos que tu potencia sexual ya no es lo que era…
Taggart sonrie volcando la botella de Sake vacía, en un elocuente gesto.
- ...Te equivocas en ambas cosas, amigo mío; nuestra bella invitada irlandesa ha ingerido suficiente licor como para tumbar a un pelotón de marines de permiso; Y, en cuanto a mis otras facultades, tal vez deberías preguntar a tu novia, sabes que yo soy demasiado modesto...
- ...Creo que por esta vez te ha fallado el chiste, Taggart. - contesto riendo-No hay ninguna chica esperándome en casa.
- No puedo creerlo -contesta con exagerado asombro-¿”Salvaje Dallas” durmiendo solo? ¿No será la famosa crisis de los treinta y muchos, o es que tu sparring te atizó esta vez demasiado abajo?
- Bueno…en realidad, en cierto modo sí hay una chica; o mejor, una señora. Pero no es nada concreto aún. Es solo... solo una idea loca. No es más que una idea absurda, solo eso.
- ¿...Una mujer casada?, Vaya, esto se va poniendo mas interesante. Las casadas y prometidas siempre tienen ese valor añadido; el viejo placer de la fruta prohibida -sonríe maliciosamente con un guiño- ¿recuerdas?
- ...Oh, sí. Y espero que tú también recuerdes el derechazo que te regalé para agradecerte aquel favor que me hiciste con Roberta en la universidad.
- No me lo recuerdes, diablos. –responde con una mueca de dolor y una carcajada- Y bien; ¿quién es la afortunada?; ¿La esposa de un cliente, una camarera en busca de propina?... ¿Acaso tu secretaria? En serio compañero, espero de veras que no hayas caído tan bajo en la escala del adulterio...
Aguardo unos segundos más antes de soltar la bomba. Miro al sonriente Taggart mientras lo hago, esperando su reacción.
- Hiyori Nakashima.
A Ray se le cae la sonrisa a los pies con estrépito de platos rotos.
- Debes estar bromeando. -me contesta completamente serio-
- Creí que de los dos, tú eras el bromista.
Mirando a ambos lados, Taggart se acerca a mí con expresión preocupada, y sujetándome con fuerza del brazo, me espeta en voz baja:
- ¿...Te has vuelto completamente imbécil? ¿...Me estás hablando de la esposa de un jodido yakuza? Maldita sea, ya me preocupé hace años cuando empezaste a trabajar para esa gentuza, pero esto...esto... Solo pensar en ello ya resulta peligroso; tú mejor que nadie deberías saber de lo que realmente son capaces.
Contesto riendo quitándole hierro al asunto, como si realmente no tuviera importancia.
- ...Vamos Ray, tranquilo. Ya te dije que no es nada serio, tan solo una idea loca. Quería decirlo en voz alta solo para ver como reaccionabas, eso es todo.- le tranquilizo con un guiño, soltándome de su brazo.
- ¿...Nada serio? Amigo mío, si Kenshiro Nakashima no te parece lo bastante serio, no sé qué diablos entenderás tú por seriedad. Tócale un pelo a esa zorra y serás carne picada en menos de lo que se tarda en decir Sayonara. Dime otra vez que solo ha sido una broma, Douglas.
- Tiene gracia...Hacía mucho tiempo que no me llamabas así.
- También hacía tiempo que no te escuchaba decir nada tan estúpido. Te conozco, Douglas, abandona esa idea loca. En serio, odiaría que te matasen.
- Está bien, pero no te pongas sentimental Ray, hay que pensar en esa reputación, muchacho. -añado con una sonrisa-
- ¿Sentimental yo? - dice recuperando al fin su rutina socarrona de siempre - No encontraría en todo Japón un contrincante tan jodidamente inútil para ganarle al squash.
Justo en este instante regresa Casey del cuarto de baño con su cara pecosa aún húmeda, justo al tiempo que la orquesta y una cantante afroamericana algo entrada en carnes empiezan a interpretar suavemente una conocida pieza de Jazz. Casey cierra los ojos poseída súbitamente por el suave ritmo de las varillas del batería, moviendo la cabeza y las caderas al son de la música, como si en aquel momento fuese lo más importante del mundo y ni Ray ni yo existiéramos.
- ...Oh, Ray - exclama Casey, entusiasmada- ...Es un clásico de Billie Halliday; hacía años que no la escuchaba. ¿Te gusta el Jazz, Dallas?- dijo mientras tomaba asiento a regañadientes.
- Soy más bien impermeable a la música; -confieso bebiendo un sorbo- ...especialmente este tipo en particular; nunca he conseguido entender el encanto del Jazz...
- Yo no podría vivir sin Ray Collins, Lee Hooker o Glenn Miller...
Su tono de voz era ahora claramente despectivo.
- ...Bueno, tampoco tengo demasiado tiempo para escucharla, ya sabes lo que quiero decir.
- Oh, sí, -dice mirándome de nuevo con esa actitud condescendiente que estoy aprendiendo a odiar- ...Ray me dijo antes que eras una especie de abogado, ¿no? ¿O era boxeador?-dijo tocando juguetonamente con su índice mi vieja nariz rota- ...Ah, sí, Ray dijo que boxeabas en la universidad, un gran deportista, un tipo duro.
Taggart se lo pasa en grande viendo como su chica se burla de mí, pero una vez más estaba en lo cierto respecto a ella. Sus ojos claros están cada vez más relajados y habla con mayor emotividad. El Sake comienza a subírsele a las mejillas.
- ...Por cierto, Ray... -dice mientras se agarra a su brazo, sonriendo- ...No le hemos preguntado a Dallas que le ha parecido la función de esta noche.
- Esta en particular ya la había visto -contesto con cierta sensación de triunfo-
- Oh, vaya -responde con gesto cómico- ¿...Sueles ir a menudo al kabuki?; ignoraba que te interesase el teatro. ¿...Sabías que el tipo que escribió esa ópera se suicidó haciéndose el harakiri?
Oh, Dios, vuelve a empezar. Ahora empieza a hablarnos de la obra del condenado escritor y nos con una perorata acerca de como tras una vida de éxito y siendo escritor de fama -se sorprende enormemente de que yo no lo haya leído- el tipo decide suicidarse abriéndose el vientre con una maldita espada en una especie de sacrificio al emperador. No me sorprende, vista su obra.
Taggart la rodea con el brazo y la escucha con la atención de quien anota la combinación de una caja de caudales. Y lo peor es que parece que el tema la apasiona.
La pelirroja comienza a enrollarse otra vez con un poético discurso sobre la belleza de las tradiciones japonesas y la nobleza del sepukkucomo sangriento culmen de una vida ejemplar. Creo que me he perdido algo. No sé qué atractivo ve en toda esta morbosa basura. Estoy tentado de pensar que es la representante comercial de un fabricante de katanas.
Todo esto sería divertido si no fuese porque tras aleccionarnos durante un cuarto de hora sobre las múltiples variantes morbosas del suicidio ritual, la maldita vaca irlandesa responde a mi inocente comentario sobre las virtudes del harakiricomo relajante estomacal, arrojándome mi Jack Daniels en pleno rostro y levantándose de la mesa, sollozando.
- Maldita sea, hija de p…pero ¿qué rayos he dicho? ¿Qué diablos le pasa a tu chica, Taggart?
Ray recoge su chaqueta a toda prisa disculpándose para correr tras ella,
no sin antes explicarme que por lo visto su padre se suicidó cuando era
niña y parece que aún está algo afectada. Resultaría conmovedor si no
fuera porque Ray se larga tras ella sin pagar la cena y porque reservo mis
lágrimas para cuando deba abonar la cuenta de la tintorería. Mientras
seco mi cara con una servilleta pido otro whisky al camarero
preguntándome porque razón habré mentido a Ray cuando le prometí que
me olvidaría de Hiyori.
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