CAPITULO 19: “Los alegres proscritos”
Aquella noche, Rocky Yoshikawa se derrumbó en su jergón de la casa de baños como si alguien le hubiera golpeado en la cabeza con un bate de baseball. Estaba tan cansado que apenas podía mantener los ojos abiertos. A su lado, Toshiro no paraba de lamentar entre dientes lo mucho que añoraba su cama y la cocina de su madre, pero Rocky ya no le escuchaba. Estaba demasiado agotado como para hacerlo. Habían pasado toda la tarde y gran parte de la mañana ayudando a descargar
pesados sacos de cemento en un edificio en construcción, propiedad de Yogushi, en el que faltaba mano de obra. Y desde que llegaron, sus manos, ahora callosas por el constante quehacer en las termas, no habían permanecido ociosas un solo minuto.
Con el cabello revuelto y cubierto de polvo de cemento, tan solo deseaba que las cinco horas que restaban hasta que sonara el timbre del despertador, pudieran alargarse mágicamente hasta convertirse en al menos diez.
Justo cuando estaba a punto de perder la conciencia, la puerta de su dormitorio se abrió y vieron aparecer la familiar silueta de Tetsu, con su andar decidido y su impecable traje negro. A un gesto de su sempai, los dos amigos se pusieron en pie de un salto, siguiéndole escaleras abajo, ante la vaga curiosidad del resto de aspirantes, que enseguida se dieron la vuelta para seguir durmiendo.
En el desierto vestuario de las termas, alumbrado por un par de parpadeantes tubos fluorescentes había dos perchas de las que colgaban sendos trajes negros con sus correspondientes corbatas y zapatos a juego.
“Vuestro trabajo aquí ha terminado. Ducharos y vestíos mientras os espero en el coche. Tenéis cinco minutos”
Excitados y nerviosos, se apresuraron a obedecer, enjabonándose frenéticamente mientras se preguntaban qué desconocida misión les esperaría esa noche. Tetsu les esperaba apoyado en la puerta de su reluciente Ford Mustang negro. Les vio aparecer, discutiendo azorados, tratando en vano de hacerse mutuamente el nudo de la corbata. Toshiro, acostumbrado al falso nudo de clip que usaba en la oficina era incapaz de pergeñar nada remotamente parecido a lo que veía cada mañana cuando se abrochaba la corbata. Tetsu, sonriendo al tiempo que negaba con la cabeza, se acercó y enseñó pacientemente a los dos inexpertos jóvenes como se hacía un nudo Windsor.
Admirando la elegante tapicería de cuero del coche más espectacular que habían visto en sus cortas y aceleradas vidas, se acomodaron en el estrecho asiento de atrás del deportivo, mientras Tetsu ponía rumbo al centro de la ciudad. “...Estáis de suerte” -dijo- “...Vuestro periodo de preparación en las termas debería durar aún varios meses junto al resto de vuestros camaradas aspirantes, pero el Oyabún necesita gente en la Torre y yo os he recomendado a vosotros dos. Sé que no me decepcionaréis”
Henchidos de orgullo se daban codazos de puro júbilo por haber abandonado al fin aquella infame casa de baños sabiendo para su secreto regocijo que el atajo de lerdos con quienes compartían jergón aún limpiaría retretes un par de meses más. “¿...Qué es la Torre?” -preguntó Toshiro- “...La Torre, es la sede del clan Nakashima al que pertenece nuestro Oyabún, el honorable señor Ishoguro, y por extensión, todos nosotros. Siempre que ellos nos llamen, nosotros acudiremos”
Rocky había oído hablar de la Torre en el koukou al primo de Tetsu. Era un lugar siniestro, rodeado de un halo de leyendas y especulaciones; Unos aseguraban que en su interior se guardaban armas suficientes para aguantar el asedio de un ejército regular, otros que había búnkeres antinucleares y lanzaderas de misiles en la azotea. Incluso hubo quien dijo que robots armados con láseres se encargaban de la vigilancia de los pasillos. “...Eso sí sería genial” -pensó para sus adentros- “¿...Y es allí a donde vamos ahora?” -preguntó al sempai- Este, al oírlo, estalló en una carcajada; “...Claro que no, muchacho, ¿qué te habías creído? Esta noche vamos a celebrarlo. Y lo haremos al estilo yakuza”.
El Mustang negro aceleraba camino al centro, mientras los dos jóvenes ocupantes del asiento posterior, imbuidos por ese hechizo que solo se tiene antes de la veintena, habían olvidado por completo el agotamiento que les embargaba apenas media hora antes, y se preparaban tan solo para la diversión. Aquella noche iniciática Tetsu les descubriría cual maestro de ceremonias, todos los deleites y secretos que la celosa noche de Tokio les había ocultado hasta entonces, y que mágicamente, se mostrarían ante ellos, llevándoles a un mundo nuevo.
Todas las puertas de los selectos clubes de Shibuya, donde jamás les habrían dejado ni acercarse, ahora se abrirían como por encanto solo con verles aparecer junto a aquel hombre. Bellas mujeres les agasajarían durante horas, en los reservados más elegantes y exclusivos, a los que solo los VIP tenían acceso, sintiéndose privilegiados no solo por su compañía, sino por gozar de ella junto a Tetsu. Beberían el mejor champagne y gozarían de placeres que sólo conocían por las películas, y hasta que el sol asomara su cegadora faz tras el horizonte, sabrían que la noche y la ciudad les pertenecían única y exclusivamente a ellos tres.
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