CAPITULO 12: “El Gordo Yogushi”
Rocky Yoshikawa y Toshiro Imomura llegaron al fin a la dirección que ponía en el papel, solo para quedarse de pie mirándose el uno al otro con incredulidad, pensando que acaso debían haberse confundido de calle. El lugar donde conocerían al fin a la temible banda de sofisticados mafiosos de la que querían formar parte, era un inofensivo local de comida rápida. Un simple bar de teriyaki en una calleja repleta de ellos. No podía haber
nada más alejado del glamuroso mundo de la yakuzaque conocían por las películas que el pequeño restaurante familiar que tenían delante. Una amable señora que hubiera podido ser su madre, les recibió sonriente, limpiándose las manos en su delantal y les acompañó a través del local atestado de gente hasta el interior de las cocinas. Rocky, nervioso y excitado, había olvidado quitarse las gafas de sol mientras que Toshiro, estaba mucho más pendiente del delicioso olor que emanaba de las tiras de teriyaki que se freían en la plancha y del ruido que hacían sus tripas. A través de la bulliciosa cocina accedieron a un cuartucho de mantenimiento que apestaba a orines de gato. Allí se apilaban fregonas, escobas, y botes de detergente, junto a perchas con la ropa de calle de las empleadas de la limpieza.
“Esperad aquí” dijo la mujer, y desapareció dejándoles solos en la pequeña habitación iluminada tan solo por una bombilla desnuda colgando del extremo de un cable.
Había una segunda puerta en la pared contraria, “acaso un armario empotrado” -pensaron- De algún lugar indeterminado llegaba una apagada música y un murmullo de conversación seguidos de algún grito, y carcajadas ocasionales. Al cabo de un cuarto de hora, la puerta del supuesto armario se abrió haciéndose evidente de donde procedía aquella algarabía; y de su interior salió un apuesto joven con gafas oscuras que aparentaba unos treinta años. Era alto y delgado pero robusto y de mentón firme, y lucía un elegante traje negro con corbata gris perla. Al verle aparecer, Rocky y Toshiro tuvieron por primera vez la sensación de que estaban en el lugar adecuado; Aquel hombre era la viva imagen del yakuza que habían visto tantas veces en el cine. “...Me llamo Tetsu Yamasaki” -dijo quitándose sus lentes ahumadas- Acto seguido, tras comprobar que ambos eran quienes decían ser, pasó a darles las explicaciones pertinentes al primer contacto con el Oyabún; “...Antes que nada, debéis saber que el Señor Ishoguro está muy ocupado esta mañana y os hace un gran favor al recibiros” Los dos nerviosos aspirantes se bebían cada una de sus palabras, asintiendo a todo cuanto decía. Tetsu hablaba con voz pausada, revestida del temple y la autoridad de alguien acostumbrado a dar órdenes. “...No le mirareis directamente a los ojos y en ningún caso hablareis a menos que él os pregunte; ¿Entendido? Yo seré vuestro garante y responsable ante el clan de todo cuanto hagáis. El Señor Ishoguro debe atender asuntos de importancia por lo que el encuentro será breve”
Con la misma emoción de Alicia al cruzar a través del espejo entraron en el falso armario empotrado y a través de él accedieron a una sala mucho mayor, evidentemente un salón de juego clandestino. Repartidos en varias mesas largas en mitad de un cargado ambiente de humo de tabaco, nutridos grupos de hombres de mediana edad y algún jovenzuelo que otro, jugaban al hanafuda repartiendo naipes ilustrados con flores de vivos colores sobre una larga mesa blanca.
Tras dejar atrás el ruidoso salón, avanzaron siguiendo a su elegante guía a través de un amplio pasillo donde se cruzaron con dos empleados que empujaban sendos carritos llenos de cajas de cerveza que al verles aparecer, se detuvieron y saludaron a Tetsu con una amplia reverencia. Se detuvieron frente a una puerta de madera con ventana de cristal esmerilado. Tetsu se volvió hacia ellos con extrema seriedad; “...Recordad todo cuanto os he dicho, pues el día de hoy será crucial en vuestras vidas; ¿Alguna última pregunta?” Ante la negativa gestual de ambos, se giró para abrir la puerta, pero se detuvo al instante volviéndose a continuación para dirigirse a Rocky; “...Y quítate esas ridículas gafas de sol.” Avergonzado y con cierto sonrojo, el joven se guardó las gafas en el bolsillo de su llamativa camisa hawaiana.
Entraron en lo que parecía una pequeña sala de juntas vacía. Había una gran mesa rectangular, repleta de papeles y facturas en cuyo extremo, Yogushi Ishoguro, de pie y flanqueado por dos corpulentos guardaespaldas, miraba su reloj de oro con resignación a través de sus gafas ahumadas de aviador. A juzgar por su vestimenta, ya con el abrigo puesto sobre un elegante traje gris, sombrero incluido, parecía que efectivamente estaba a punto de irse. Al ver a los dos jóvenes aspirantes dejó el abrigo sobre la mesa y se acercó despacio hasta ellos, examinándoles detenidamente; luego se sentó de nuevo con las manos sobre las rodillas. El mafioso les hizo una batería de preguntas mientras les miraba de arriba abajo; Rocky y Toshiro respondían al interrogatorio firmes como soldados al pasar revista. Finalmente Yogushi miró a Tetsu y asintiendo en silencio con la cabeza consultó su reloj, palmeó con sus manos sobre sus rodillas regordetas, y se levantó para marcharse. Uno de sus guardaespaldas se apresuró a colocar delicadamente el abrigo sobre los hombros del Oyabún, entregándole a continuación su sombrero. Mientras se lo calaba, el capo sonrió dirigiéndose a Tetsu : “...Dales un par de copas de sake a nuestros jóvenes amigos; Y dale también algo de comer a este pobre muchacho” -dijo mientras palmeaba la mejilla de Toshiro- “...No he dejado de oír sonar sus tripas desde que entró en la habitación”
No hay comentarios:
Publicar un comentario